martes, 15 de octubre de 2024

Tres "extractos" en torno al tema de los juegos eruditos

1. De la contraportada de Los orígenes trágicos de la erudición (Fondo de Cultura Económica, 1998, 178 p.) de A. Grafton:

"Usadas profusamente por Kant, rechazadas por Hegel, consideradas ya como una forma excelsa del arte literario, ya como enojosas interrupciones de la lectura, las notas al pie, que a menudo se emplean para polemizar con los colegas, han sido ellas mismas objeto de polémica.

A través de un metódico y ameno rastreo de puntos de vista predominantes en diversas épocas, Anthony Grafton expone las diversas funciones que las notas al pie desempeñaron a lo largo de los siglos: dar legitimidad al texto, evadir la censura, refutar a otros estudiosos, elaborar un cuerpo de datos al que otros investigadores podrán recurrir con provecho.

Aunque aparecen como el sustento empírico de los sucesos relatados y los argumentos expuestos, sin el cual no puede verificarse ni refutarse una tesis histórica, las notas al pie no garantizan nada. Pueden usarse para negar los mismos hechos que otros tratan de confirmar apoyándose en las mismas notas; pueden emplearse para acumular citas y referencias carentes de interés o para atacar nuevas posturas. Sólida apoyatura o recurso ampuloso, la nota al pie constituye una parte crucial e insoslayable de esa mezcla de arte y ciencia que es la historia moderna."

2. Augusto Monterroso en el capítulo "Los juegos eruditos" de su libro La palabra mágica (Biblioteca Era, 1991 [2a. reimpresión], 120 p.):

"Como se sabe, en el Quijote hay errores de bulto claramente debidos al autor, y muchos que son simples erratas o minucias insignificantes que los correctores de pruebas dejaron pasar para la mayor gloria de don Diego Clemencín y otros comentaristas, de Francisco Rodríguez para acá, que han convertido la lectura de sus notas al pie de página en una delicia sólo paralela a la que produce la lectura del texto. Me adelanto a la suposición de que esto es una ironía. En realidad, con un poco que a uno le guste la literatura, uno puede pasarse noches enteras leyendo las objeciones que Clemencín ponía al texto de Cervantes y las defensas de Cervantes a cargo de Rodríguez Marín, no menos enloquecido por un ideal de justicia que el propio Alonso Quijano. Pero hay en el capítulo VI del Quijote un galimatías relacionado con galeras que nadie ha logrado desentrañar. Está en el párrafo que dice: '... con todo, os digo que merecía el que lo compuso, pues no hizo tantas necedades de industria, que lo echaran a galeras por todos los días de su vida'. Se refiere al autor de Tirante el Blanco, y esto, contra lo que parece, estaría dicho en su defensa, si uno tomara galeras por galeras de imprenta. Y sin embargo, lo mejor es leer el párrafo sin preocuparse y seguir adelante: es bien sabido a lo que conducen esas intrincadas razones."

3. Fragmento del diálogo entre Ronit Krushka (el personaje de Rachel Weisz) y Esti Kuperman (el personaje de Rachel McAdams) en la escena de Disobedience en la que Ronit y Rachel llegan a la casa del rabino Shlomo Krushka después de que Ronit se enteró de que su padre no la mencionó en su testamento:

Ronit: Lo que hacía todo el día era estar aquí y leer la Torá... Y los comentarios de la Torá. Y las notas a los comentarios y los debates sobre las notas.

Esti: Lo que significaba que podíamos hacer lo que queríamos.

UPDATE (11-11-2024). Acabo de caer en la cuenta que estaba dejando fuera de esta entrada un célebre párrafo de A. N. Whitehead sobre la tradición filosófica europea. Entiendo que el párrafo viene en Process and Reality y es el siguiente:

The safest general characterization of the European philosophical tradition is that it consists of a series of footnotes to Plato. I do not mean the systematic scheme of thought which scholars have doubtfully extracted from his writings. I allude to the wealth of general ideas scattered through them. His personal endowments, his wide opportunities for experience at a great period of civilization, his inheritance of an intellectual tradition not yet stiffened by excessive systematization, have made his writings an inexhaustible mine of suggestion. Thus in one sense by stating my belief that the train of thought in these lectures is Platonic, I am doing no more than to express the hope that it falls within the European tradition. But I do mean more: I mean that if we had to render Plato's general point of view with the least change made necessary by the intervening two thousand years of human experience in social organization, in aesthetic attainments, in science, and in religion, we should have to set about the construction of a philosophy of organism.